dijous, 19 de novembre del 2015

El cuerpo de la trucha está compuesto por tres rectángulos áureos. El ojo se encuentra al nivel de un rectángulo áureo recíproco, al igual que la aleta caudal, definida por otro rectángulo áureo.
El patrón de crecimiento de la sección áurea no responde solo a las preferencias estéticas humanas, también se aprecia en las relaciones de proporción de los patrones de crecimiento de seres vivos como plantas y animales 

dimecres, 9 de setembre del 2015

“El otro” representado por “los otros”.

La película El viaje a la Luna de Méliès (1902) presenta el origen de lo que serán posteriormente las películas de viajes a otros planetas o de conocimiento de extraterrestres. En el film, unos científicos mediante un cañón inmenso son transportados (disparados) a la superficie lunar, más concretamente al ojo de la Luna. Tras una serie de peripecias con el clima y los elementos de lunares,  son capturados por unos nativos selenitas que los llevan a su poblado, el cual consta de una curiosa arquitectura que a modo de patio, sirve para presentarlos ante un supuesto líder. Antes de conocer las intenciones de sus captores y sin forma alguna de entendimiento dadas las diferencias culturales, comienzan a darles golpes que los hacen desaparecer, y comenzará una persecución hasta que literalmente caerán de la Luna al mar, ya en la Tierra otra vez. En la película se respira un aire colonialista y los habitantes de la Luna son tratados como una tribu culturalmente inferior, a pesar de que tan solo sabemos de ellos que son de un lugar diferente.


La ciencia ficción ha acostumbrado a representar en la pantalla los intereses de aquéllos a los que iba dirigido el relato, y en cada momento éstos han ido cambiando, pero en todos los momentos de la historia el alienígena ha sido representado en forma de extranjero, de diferente, de alguien del que hay que desconfiar o que temer.
El ultimo hombre sobre la tierra (The Last Man on Earth Sidney Salkow 1964) es una película que plantea un apocalipsis bacteriológico en la tierra, en la que todos los habitantes excepto uno (Vincent Price), se han convertido en vampiros sedientos de sangre. La película narra las rutinas del superviviente  desde su punto de vista, el cual ve a los demás como extraños y perjudiciales para sí mismo. Poco a poco iremos conociendo las razones de los supuestos monstruos dándonos a entender que el monstruo es siempre el diferente, el que se encuentra solo, como ya hiciera la película  Frankenstein de James Whale 1931 y también la novela de Mary Shelley de 1818, en la que el monstruo es tratado como tal de principio al fin. De hecho no tiene nombre, y en toda la novela se le denomina “el monstruo”.




Existen dos “remakes” tal vez menos recomendables que son El último hombre vivo (Boris Sagal, 1971) en la que la terrible epidemia ha sido causada por los chinos y los rusos, y, Soy leyenda (Francis Lawrence 2007) que respeta el nombre de la novela en que se basa (Mathesdon, Richard Soy leyenda. 1954), y en la que Will Smith es el protagonista. Todas estas películas que parten del mismo libro tienen un sustrato común a pesar de las posibles diferencias (poco esenciales) entre ellas, en todas se nos presenta el tema de cómo entender al que no es como nosotros y se nos propone una forma de tratarlo. Tristemente en todas nos previene de que aquel que es diferente es perjudicial.


Más en esta línea, La cosa, el enigma de otro mundo (Christian Nyby, 1951, producida Howard Hawks) nos describe a unos científicos y militares que descubren un alienígena que a pesar de ser de otra parte del Universo, se alimenta de sangre humana. El visitante es destruido y al finalizar la película se nos previene de que estemos pendientes en todo momento de lo que puede venir desde “fuera”.


La invasión de los ladrones de cuerpos, (Don Siegel 1956) nos muestra unos alienígenas que convierten a los humanos en acólitos mediante unas vainas en las que reproducen un doble que sustituye al original humano. En el remake Invasión (Oliver Hirschbiegel, 2007) protagonizado por Nicole Kidman, el esquema es el mismo y como en la anterior, nos avisa de que puede ser pernicioso confiar en cualquiera de las personas que tenemos alrededor, ya que pueden estar infectadas por los extranjeros.



En las películas que hemos visto de los años 50 y primeros 60 del siglo XX, suele aparecer un científico para corroborar los hechos desconocidos y darles una base científica “creíble”. Normalmente esta es una de las formas de representar, describiéndola con unas características determinadas, como a una minoría étnica a "los otros":

“Así, por ejemplo, nociones como "multiculturalismo", "interculturalidad", etc., pueden acabar dándole la razón a quiénes dan por sentado que las diferencias culturales son irrevocables. Algo parecido pasa con la pretensión de que existen "minorías culturales", que pueden delimitarse con claridad a partir de rasgos de  una singularidad extrema e irreversible. Se trata, al fin, de un perspicaz  dispositivo de estigmatización, en tanto el grupo "minoritario" es catalogado  aparte no a partir de cualidades que posee, sino de atributos que se le asignan.” 
“Es decir, toda catalogación como "minoría" minoriza automáticamente a quien se adjudica. Esto se agrava todavía más cuando se invoca la condición "étnica" de  esta minoría, puesto que en el imaginario social vigente lo "étnico" está  asociado a lo inferior.“(1)




En Alien, el octavo pasajero, (Ridley Scott, 1979) directamente se nos dice que el diferente es el mal que puede acabar con los humanos de forma que hay que estar prevenidos si vamos a otros lugares que nos son desconocidos porque algo puede estar acechándonos, y por supuesto no es bueno porque es diferente a nosotros.




Superman (Richard Donner, 1978) es un extraterrestre que tiene unas características casi divinas que le confieren sus superpoderes. Pero Superman (cuyo nombre es Karel) es bueno y a la vez se relaciona con lo bello , ya que Superman no es un ser deforme y extraño, sino que es físicamente como un hombre pero superior en todo. Superman es el dios griego (o hebreo) traído a la Tierra para ayudar a la humanidad.


En 1982 Spielberg realizó E.T., el extraterrestre, en ella un extraterrestre quiere volver a casa y ya no intenta destruir a la raza humana como en las anteriores, sino que es un amigo al que hay que comprender: el mensaje de la película es que también él a pesar de ser un extraño se comunica y tiene sentimientos que debemos intentar comprender y asimilar, siempre que respete las reglas del juego.



Con la película Yo, robot de Alex Proyas (2004) el distinto es el robot Sonny, el cual nos lo repite en muchas ocasiones. Ahora el diferente ayudará, tras la integración en el lado de los humanos que son los iguales. Jamás serán iguales, pero se pueden ayudar, es decir, en algunos extraños se puede confiar cuando ellos mismo son diferentes de sus congéneres (integración cultural).




En La guerra de los mundos (Byron Haskin 1953) se nos previene de unas tecnologías avanzadas y alienígenas (desconocidas) que arrasan la faz de la tierra, sin otro objetivo al parecer que la aniquilación. En el remake La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005), Tom Cruise es un padre de familia al que los extranjeros del espacio pillan de improviso y se ve obligado a huir con su familia. La idea es la misma que la anterior versión: debemos mantenernos unidos y en familia contra el enemigo exterior.




     En Distrito 9 (Peter Jackson, 2009) una nave espacial se posa encima de Johannesburgo y en ella se encuentran miles de extraterrestres. Las cosas no pintan bien para los diferentes que son hacinados en campos de concentración y tratados como “bichos” porque de ninguna forma se integran en la sociedad y siguen con sus malsanas costumbres.



(1) Manuel Delgado TU "ETNICO", YO NORMAL,  1996 ver en el blog http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/ la entrada del: dimarts 18 de gener de 2011.

dijous, 27 d’agost del 2015

Charles Burns


Charles Burns: salir del agujero

Uno de los mitos vivos del cómic acaba de cerrar su “trilogía Nitnit” con Cráneo de azúcar. Este año, el autor de Agujero negro cumplirá los 60, y no sabe cómo dará forma a sus obsesiones en el futuro

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El mito del cómic Charles Burns dibujado por la mano del propio autor. 
Puede que sea casualidad, pero resulta extrañamente pertinente que Charles Burns nos informe del “día deprimente” que hace en Filadelfia. No en vano estamos hablando con el creador de un universo desasosegante que transita entre la realidad y la pesadilla, un mundo propio que le ha convertido en uno de los pocos autores de cómic cuya influencia va mucho más allá de la página impresa. Uno de los grandes, pero también alguien que nos enseña su trabajo con cuentagotas. El año pasado Burns publicó Craneo de azúcar, tercera parte de una trilogía que comenzó en 2010 y que se ha editado recientemente en castellano. Le ha llevado cuatro años, pero al menos ha bajado de los diez que tardó en dar forma a Agujero negro, la obra que le consagró definitivamente. Por eso no tiene que pensar mucho cuando se le pregunta cómo se sintió al dar por finalizado su último proyecto: “¡Alivio! Sí, trabajo de forma bastante lenta, es verdad”, asume con paciencia. “Siempre tengo un poco de ansiedad en lo que hago, un miedo de no poder acabarlo o de que los elementos no encajen bien”.
Portada de 'Cráneo de azúcar', la última novela gráfica (hasta ahora) de Charles Burns.
En este caso, los elementos encajaron mejor que bien. La llamada “trilogía Nitnit”, que comenzó con Éxtasis y La colmena, es una de sus cumbres, una historia que transcurre en distintos planos de realidad y que aúna dos de las influencias fundamentales de su carrera: Tintín y William Burroughs. Su fascinación por el personaje de Hergé viene de la infancia. “A principios de los 60, una editorial americana publicó seis libros de suyos, pero no obtuvieron demasiado éxito”, recuerda. “Mi padre me compró los cuatro primeros. Me provocaron un impacto enorme, veía mucho misterio en ellos. Podía reconocer que se trataba de una serie, había pistas que lo indicaban, pero yo no podía leer esos otros libros. Y como ni siquiera sabía leer, me pasé mucho tiempo viendo esas ilustraciones y pensando sobre ellas. Había algo en el color, en la claridad de las líneas y en los personajes que me causó una gran impresión”.
Esa influencia primigenia siempre ha estado presente en sus dibujos, pero esta vez lo lleva un poco más allá con Nitnit, el alter ego del protagonista de la trilogía, Doug, un estudiante de arte que hace performances basadas en la técnica cut up de Burroughs. “Siempre le tendré asociado a la época en la que lo leí”, dice sobre el autor de El almuerzo desnudo, “un momento específico de mi vida en el que me estaba metiendo en el punk, durante el instituto, y me atraía mucho su visión oscura sobre el mundo y América en particular”. Esa etapa de cambios drásticos, la adolescencia, es una constante en su obra. “Quizás es porque soy emocionalmente inmaduro, no sé”, dice entre risas. “Es verdad que siempre vuelvo a esa época. Supongo que sigo intentando comprenderla”. No hay que indagar demasiado para saber que muchos de sus personajes son un reflejo de sus vivencias como teenager. “Leyendo mis libros te puedes hacer una idea. Estaba un poco aislado. Me mudé muchas veces, mis padres se cambiaron de ciudad a menudo. Fue una etapa difícil. En esa época ya tenía ese impulso de ser artista, y el arte es una actividad solitaria. Pasé gran parte de ese tiempo solo, encerrado en mi mundo”.
Una de las inquietantes páginas de 'Agujero negro', obra maestra en viñetas de Charles Burns.
Ese mundo se reflejó de manera especialmente fascinante y aterradora en Agujero negro, del que desde hace años se especula con una adaptación cinematográfica, con directores como Alexandre Aja o David Fincher como principales interesados. “Sí, me gustaría ver una buena versión en el cine”, cuenta Burns, pero cita otro nombre como candidato ideal para esa tarea. “Es una respuesta muy obvia, pero David Lynch es un director que admiro. De todas formas, lo que le hace interesante es que tiene su propio mundo, sus propias obsesiones. Se puso en contacto conmigo después de que publicase Agujero Negro y me propuso ilustrar un cómic que había escrito. Lo rechacé porque la razón por la que hago cómics es que tengo control completo de todo, puedo crear mi propio mundo. No podía hacerlo”.
Y, después de dos obras que le han llevado un total de 14 años, ¿cuál será su siguiente paso? “Estoy intentando averiguarlo, tengo cuadernos y cuadernos llenos de bocetos”, explica Burns. “Mi plan ahora mismo es encontrar una buena historia. Este año cumplo 60, así que voy a tener que pensar en qué quiero emplear mi tiempo, con qué me quiero comprometer. Agujero negro me llevó diez años, una buena parte de mi vida, y no sé cuánto tiempo me queda en este planeta. Suena dramático y macabro, pero es así”